Solía pensar que las amistades eran para siempre, a menudo
escuchaba frases como: “mi amigo del alma”, “mi gran amigo”, “mi hermano”;
hasta la biblia dice en proverbios que un amigo es como un hermano en tiempo de
angustia; eso es cierto, lo incierto es la veracidad de las amistades que
consideramos genuinas.
Cuando estaba en el colegio tenía amigos inseparables,
compartíamos tiempo, juegos, travesuras y demás y pensaba que ese lazo era tan
fuerte que no se podía romper hasta que llegó el momento de la graduación.
En la universidad conocí mucha gente, tuve la fortuna de
encontrarme con personas con gran calidad humana, de las que aprendí mucho, de
igual manera conocí personas con las que compartí mucho tiempo por aquello de
los parciales y trabajos, pero también la universidad pasó y cada quien tomó su rumbo.
Durante gran parte de mi adolescencia y principio de mi edad
adulta estuve trabajando activamente en una comunidad cristiana en la que
conocí una cantidad impresionante de personas con quienes crecí en todo
sentido: físico y espiritual, éramos unidos, muy unidos y cercanos; conocí a mi
esposa como lo hicieron algunos otros, de ese grupo se formaron muchos hogares
que hasta hoy permanecen; los momentos de las actividades juveniles eran muy
intensos, se crearon lazos al parecer irrompibles, cuando alguien necesitaba
algo podía llamar a cualquiera de los amigos de la iglesia y siempre estaban
dispuestos para hacer cuanto estuviera en nuestras manos para ayudar, en
grandes dificultades solía buscar a mis amigos de la iglesia y siempre estaban
allí. Aun recuerdo cuando me dio apendicitis y los amigos de la iglesia me
acompañaron en mi convalecencia.
Solía ser muy solicitado por mis habilidades para las
matemáticas, eso me hizo ser algo popular, me buscaban recomendados y hasta me
lucraba de eso que de alguna manera me hizo ganar algo de respeto, hasta me
llamaban maestro. Llegó el momento de cambiar, de crecer en conocimiento
estudiando y ayudando en otra comunidad, al mismo tiempo llegaron las
obligaciones familiares y cada uno tomó su rumbo ocupándose de sus propios
asuntos.
Después de un tiempo de sentir que solo tenía tres amigos,
dos de los cuales dos viven en el extranjero, noté que en cada una de mis
etapas estuve rodeado de mucha gente que, a menudo, me buscaban y yo a ellos y
me preguntaba qué había pasado, cuestionaba el hecho de haberme considerado
leal con mis amigos, quizá ellos no se sentían correspondidos en lealtad, pero
no había razón para ello, estaba seguro de eso.
Después de tantos momentos a solas de autocuestionamiento,
evaluando cada una de mis amistades, momentos difíciles y analizar razones de
distanciamiento y de fin de amistades que parecían perdurables, llegué a la
conclusión que eso es parte de la vida, en cada momento de la vida hay personas
diferentes que tienen coincidencias contigo y se debe vivir de acuerdo con las
circunstancias del momento; son tus amigos en esas circunstancias pero cuando
éstas cambien ya no estarán más.
Al aceptar eso, sentí como si alguien hubiese tomado de mi espalda una enorme carga
y además de eso empezara a hacerme masajes. Es liberador sentir que no eres el
responsable de ya no tener amigos y contar con una sola mano, sin usar todos
los dedos, los que en realidad lo son. Esos
son los verdaderos amigos, los demás que encuentras en el camino de tu vida
solo son amigos circunstanciales…
hegeljohan
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